No sé cuantos han vivido o han tenido la experiencia de sentir que la bendición se va; aparentemente, todo está bien, tenemos las mejores relaciones interpersonales, tenemos un buen trabajo y excelente remuneración, todos quieren estar a nuestro lado y nos sobran las invitaciones a comer y a salir de paseo ( con los gastos pagos por supuesto); tenemos comunión con Dios y se respira un aire de paz y tranquilidad en nuestra vida, parece que flotáramos en un mar de blanca espuma donde nada nos puede tocar; nos levantamos en la mañana y decimos ¡Gracias Dios! Mientras nos sirven un rico y apetitoso desayuno.
Pero de un momento a otro las cosas empiezan a cambiar; dejamos de ser los consentidos, los simpáticos para convertirnos en los “antipáticos”; a nuestro jefe, ya no le parecemos el vendedor o el empleado estrella, las deudas empiezan a crecer y el sueldo empieza a volverse mágico, un par de movimientos y desaparece de nuestras manos, el mar de blanca espuma, se vuelve un pantano cenagoso que ensucia nuestras blancas vestiduras cada vez mas.